Hay espacios en los que la historia y el tiempo no pueden transitar, hay lugares en donde todos somos iguales, y lo que sientas tú por los demás importa un carajo. Este es uno de esos espacios, es como un museo, te paras, da igual tus ropas, tu cuerpo, tu mente, tu intelecto, tus habilidades, tu lenguaje, todo da lo mismo, porque observas, sí, digo observar, porque cualquiera puede detenerse a mirar, pero el que observa, da cuenta a tus ojos algo más, ese no sé qué que tienen las pinturas, las obras, los escritos, eso que te hace sentir escalofríos decir "Síi, yo también lo veo, lo siento, lo percibo". Cuesta entender que aquí no hay cabida para reglas de ortografía, ni de sintaxis, para qué hablar de semánticas, más para alguien como yo, maniática.
Es que es tan sabroso el sabor de las letras, huelen, además, a miel, su textura es tan suave como una piel delicada de rosas.